"A veces, en días de luz perfecta y exacta, cuando las cosas tienen toda la realidad que pueden tener, me pregunto sin prisa porque tan siquiera atribuyo belleza a las cosas. Una flor, ¿tiene acaso belleza?. ¿Es bello, acaso, un fruto?. No: tienen forma y color y existencia tan sólo. Belleza es el nombre de una cosa que no existe y que doy a las cosas a cambio del agrado que me dan. No significa nada". Entoces, ¿por qué digo de las cosas que son bellas?. Sí, incluso hasta a mí, que vivo solamente de vivir, vienen invisibles a encontrarme las mentiras del hombre ante las cosas, ante las cosas que simplemente existen. ¡Qué difícil es ser uno mismo y no ser sino cuanto es visible!." Fernando Pessoa. (Poesías completas de Alberto Caeiro).

Juan Mozos pinta como ese poeta de la naturaleza que era Alberto Caeiro (uno de los heterónimos de Fernando Pessoa), con una aplastante naturalidad desnuda de conceptos aprendidos pero llena de fuerza, fuerza que es razón incontestable, un valor que se sitúa por encima de la erudición y a la par de los iluminados. La naturalidad con la que resuelve sus rostros, la rotundidad plástica con la que elimina las anécdotas pictóricas de su obra para hacerla concisa y precisa aleccionan a los que, con muchas obras ya en las espaldas, y tal vez cargados de conocimientos, mantenemos las formas dentro de los umbrales de la educación recibida. Esto lo advertimos en un primer momento por la elección del blanco del soporte como la mejor fuente de luz, y ahí tenemos que darle toda la razón. Pero…¿ y el negro? El uso del negro toma en Juan una dimensión que lo acerca a los postulados de un expresionismo personal, sin ismo, a una fuerza primigenia, que emana de él y que se apodera de su pintura. Por eso se ve acompañado siempre de un gesto poderoso, por lo inmediato o por lo fuerte. Su negro partió de un dibujo seguro, como en una prehistoria individual, como una Altamira revivida, de una iluminación poderosa y se ha adueñado de su espectro convirtiéndose en el verdadero arquitecto cromático, lumínico y formal de sus pinturas. Porque ese sentido primitivo subyace en la obra de Juan acercándolo a la propia naturaleza, acercando el hecho pictórico al hecho humano en sí, y su temática nos lo corrobora. El hombre, del que huye en una regresión pictórica y humana, convirtiéndose así en su psicoanalista plástico, permítanme el término. Porque si todos necesitamos de una terapia, Juan lo sabe, el es su primer paciente, y por tanto su primer modelo. Juanma Pérez G. Artista Pintor.